Fuerzas Ascendentes de la Creación
Dentro de cada alma hay una orden grabada, y esa orden es la siguiente: “Debes llegar a ser lo máximo que pueda ser. Debes evolucionar hasta realizarte plenamente en lo que eres”. Es una orden que está en el interior de todo ser vivo, de toda chispa que anima la vida en cualquiera de los reinos, y si algunas almas no lograsen completar su evolución en este mundo, debido a que el planeta asciende a un nuevo estado, éstas han de continuar su recorrido en otros planetas que seguirán albergando humanidades en evolución. Miríadas de almas son transmigradas de un mundo a otro y así mismo va a acontecer aquí en el planeta.
Estamos llegando a una etapa en que nuestro mundo finaliza su tarea de albergar reinos y humanidades en evolución y ha de graduarse, y dice: “Es el momento de graduarme, de obtener mi título como espíritu de la Madre Tierra pues he logrado lo máximo de lo que yo podía ser y hacer: He realizado mi misión”. Y todos los seres que no hayan alcanzado ese grado deben continuar su evolución, porque la fuerza ascendente no se puede detener, es similar a cuando un bebé está naciendo; tiene la fuerza incontenible que le empuja a un nuevo estado, a la transformación.
Es imposible que los seres humanos puedan detener la fuerza de ascensión, la fuerza de evolución en sí mismos, y luego resulta que continuamente intentamos hacerlo, obstruyendo o resistiéndonos a ese impulso que nos quiere hacer nacer, queriendo detener estas fuerzas inmensas que hay en nuestro interior y que tienen como finalidad lograr ser lo máximo que podemos ser.
¿Y cómo impedimos que esas fuerzas se ejecuten en nosotros? Lo impedimos cuando tenemos ese ímpetu interno de realizar algo importante, y entonces surge el miedo y dice: “no, no, y qué tal si te va mal, y qué tal si te critican, y qué tal si fracasas”.
Todas esas circunstancias que están en la mente y que son negativas van opacando esa fuerza interna que nos acompaña y nos acompañará siempre; lo único que logramos con esto es retrasar nuestra evolución total, y esta no es otra cosa, que encarnar más y más veces hasta completarla.
Obligatoriamente, en algún momento llegaremos hacer lo que realmente somos. Somos seres espirituales viviendo una experiencia material, somos seres espirituales que tienen una misión aquí en este mundo, la cual debe realizarse a plenitud, así como sucede con la semilla de un árbol inmenso que tiene grabado dentro de sí un mensaje que dice: “has de llegar a ser lo máximo que pueda ser, dar frutos, poder estar ahí aunque haya tormentas, huracanes, dejar que la gente se suba encima de ti y recoja tus frutos.”
Y, ese árbol completa su misión, a menos que las circunstancias no se lo permitan, como ocurre con los árboles atrofiados, o que los maltratan y cortan, o que se caen y no llegan a completar su evolución, así pasa también con los seres humanos.
La paz y la plenitud interior surgen en toda alma que ha completado esa orden maravillosa. Es entonces que puede sentir y saber claramente qué es lo que tiene que ser, hace lo que tiene que hacer y completa lo que tenía que lograr. Todo ello provee una gratitud e inmensa satisfacción, plenitud y gozo interior, que no se puede comparar con ningún aspecto terrenal.